Traducción del texto «Poetas sobre la traducción: el hablante (alter)nativo. Encontrar una manera de estirar la lengua para que se adapte a ti y a tus preposiciones extraviadas» de Mia You, publicado originalmente el 06 de marzo de 2025 en Poetry Foundation. Puedes leerlo aquí.

Poetas sobre la traducción es un conjunto de pequeños ensayos en los que poetas analizan las intersecciones entre la poesía y la traducción con relación a cuestiones como la lengua, la identidad, la autoría, entre otras.

“Las aves en realidad no se posan en un árbol, ¿o sí? Pueden posarse sobre la rama de un árbol”.

Si te has sentado en (¿a… a través de?) un taller de traducción literaria —o, en ese caso, de manera más general, un taller de escritura creativa— puede ser que reconozcas este tipo de retroalimentación. Parece ser un punto sin importancia, un poco pedante y nada difícil de corregir, pero allí radica la facilidad con la que se convierte en algo molesto.

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Digamos que naciste en Corea del Sur, pero que te mudaste a Estados Unidos cuando tenías tres años. Pasaste toda tu primaria, secundaria, preparatoria, universidad y posgrado en Estados Unidos. Pasaste la mayor parte de tu infancia en la biblioteca pública local, en lugar de salir a jugar; la mayor parte de tu adolescencia en el club de prensa de tu preparatoria, en lugar de ir a fiestas; y la mayor parte de tu vida adulta estudiando para convertirte en especialista en poesía en lengua inglesa. Puede ser que no seas una persona que hable inglés de manera nativa, pero probablemente has pasado mucho más tiempo estudiando, pensando, trabajando en (¿con… en torno a?) él que la mayoría de hablantes nativos. Tal vez no es tu lengua materna, pero ahora es tu lengua principal. Es donde tu lengua se acopla mejor.

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O, mejor digamos que naciste en Corea del Sur y que solo te mudaste a Estados Unidos cuando tenías tres años. A lo largo de tu educación en Estados Unidos puede que nunca hayas sentido que no entendías o que no te podías comunicar de manera correcta en inglés, pero se te recordaría, de manera frecuente, por un compañero, instructor, colega escritor o traductor, que no eres una hablante nativa. Después de todo, no pareces ser nativa ante la lengua (junto a las culturas y, seamos honestos, raza e individuos, que evoca). Pero, ¿tienes el derecho a indignarte? La verdad es que no eres una hablante nativa.

En Not Like a Native Speaker, Rey Chow escribe: “Como se cree que la persona que habla una lengua de manera nativa ocupa un punto de origen sin contaminar, el aprender una lengua como alguien no nativo puede únicamente ser un ejercicio con una aproximación lamentable”. Así que te quedas con la sensación de que no encajas del todo y que nunca lo harás, tal como las preposiciones que supuestamente empleaste de manera incorrecta.

Una niña en tu clase de teatro de la secundaria una vez alegó que no podía entender tus diálogos por tu “acento”. Un conferencista en Oxford, que traduce poesía del francés al inglés, una vez te dijo, “no dudo que domines muy bien el inglés, pero, aún así, eso no es lo mismo que ser una hablante nativa”. Aún te avergüenzas por cómo lo retaste en tu respuesta, “¿por qué asumes que no lo soy?”.

En un taller de traducción de nivel avanzado, se te dijo, de manera tranquila, pero decisiva, que te equivocaste en tu elección de una preposición en inglés. Como si, al tener veintisiete años y estar inscrita en un programa de doctorado en Literatura Inglesa, no hubieras aún aprendido la lengua a fondo.

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O digamos que utilizaste de manera incorrecta la preposición, pero que no fue un error. La preposición (y tú) podría no ser lo que espera el lector convencional de la lengua inglesa, sea como sea que se defina lo “convencional”, pero tú conoces, incluso amas, tu primera lengua, el inglés, y confías en que es lo suficientemente amplia y flexible para que ella (y tú) encajen.

Digamos que tratas al inglés de forma similar a como el autor de la novela Native Speaker, Chang-Rae Lee, describió una vez la forma en la que se relaciona con el idioma:

Como escritor, constantemente intento estirar mi inglés. En ocasiones me pregunto si el inglés es mi lengua, a pesar de que claro que lo es y virtualmente no tengo otra. Discuto mucho con el inglés y lo pongo a prueba demasiadas veces. Creo que esto me ha caracterizado como escritor.

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Así que digamos que traduces un poema del coreano al inglés, y en este se describe a las aves sentadas en un árbol: no está claro si están en lo más alto del árbol o en las ramas de abajo, si se pueden ver desde fuera del árbol o se esconden entre las ramas y hojas. La ambigüedad, este halo de misterio, la capacidad del poema para mantener en sí (¿consigo, en sí mismo, con, alrededor de él?), un sentido de desconocimiento es exactamente lo que te gustaría transmitir a la lengua inglesa. No comprendes por qué tienes que aclarar lo que sucede con esas aves solo en pos de la gramática convencional del inglés (de alguien). Tampoco quieres que los lectores comienzen a tararear una canción infantil. Crees que la forma en la que tradujiste esa oración, al combinar “posarse” con “en”, pone suficiente presión en la sintaxis para que parezca, posiblemente, un poco fuera de lugar, pero también para que sea aceptada como verosímil por la mayoría de lectores. También quieres que este verso tenga una cierta medida, porque consideras que la manifestación visual de un poema en la página es parte de su composición, incluso o tal vez en especial si el poema está escrito en verso libre, y si el poema original no tiene una sola línea que sobresalga mucho más que las otras, ¿por qué debería tenerla la traducción al inglés?

En otras palabras, digamos que pensaste mucho sobre esta preposición, “en”, y la manera en la que la usaste no fue un error. No se trata de tu dominio del inglés y sus reglas. Y tampoco se trata de qué tan nativa seas de la lengua.

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¿Quién pertenece a una lengua? ¿A quién le pertenece una lengua? Lee dice que el inglés es su lengua, así como es la tuya, pero, aún así, estás segura de que nadie puede poseer o tener más derecho a una lengua —en especial esta tan poco manejable, fluida y pegajosa—, lo que significa que nadie tiene el derecho de dictar cómo la utilizas. Después de todo, sabes que ser un hablante nativo de una lengua no garantiza que seas bueno (o excelente, o incluso suficiente) en la escritura o la lectura. También sabes que no hay manera de medir si eres lo “suficientemente bueno” en una lengua para traducir hacia ella, hacer discursos en ella, escribir poesía con ella. Solo lo haces; siempre lo has hecho. Lo haces y esperas que alguien entienda lo que haces. Estás segura de que William Shakespeare se sentía de la misma manera. Como Chinua Achebe alguna vez escribió: “No hay otra opción. Se me ha dado esta lengua y planeo usarla”.

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Entonces, digamos que te encuentras, en tus treintas, en medio de una mudanza de los Estados Unidos a los Países Bajos. Mientras más vives fuera de Estados Unidos, más experimentas de primera mano las distintas maneras en las que el inglés se utiliza tanto en la comunicación como de manera creativa por muchos hablantes no nativos. Al fin te das cuenta de que ninguna lengua tiene una gramática única y universal que sea inalienable. Comprendes que la gramática de una lengua es contextual, situacional, una sintonía entre un hablante en particular y su audiencia en particular. Finalmente te despegas del ideal académico de tener que adaptar tu gramática a un imaginario patriarca gramatical (blanco estadounidense o inglés) anglófono, en especial porque este patriarca resulta ser representante solo de una fracción de anglófonos alrededor del mundo. Tal como el sociolingüísta David Crystal observó, a principios de este siglo:

el centro de gravedad de la lengua inglesa se ha desplazado del hablante nativo al hablante no nativo […] y como el grupo no nativo es la fuerza primaria que promueve el surgimiento de “nuevos ingleses”, habrán implicaciones en el carácter futuro de esta lengua.

De manera similar, Chow escribió acerca del esparcimiento global del inglés (o ingleses):

al hacer posible que solo algunas personas impongan su lengua materna (digamos, el inglés) a otras, para quienes esta lengua existe más o menos como un injerto externo, la situación colonial ha otorgado al colonizado, aunque tal vez de manera involuntaria, el privilegio de una cierta presciencia: la comprensión de cómo funciona y puede funcionar la lengua de forma artificial y artificiosa, en lugar de natural.

Así que decides adaptar el inglés de tus traducciones en contra de la idea de un hablante nativo y a favor de los hablantes que asimilan y soportan la lengua como un injerto externo. En otras palabras, los hablantes de lo que denomina Don Mee Choi: “Mi inglés de mentira. Mi inglés de garabatos. Mi inglés a medias”. El inglés de la posibilidad. El inglés de la imaginación. El inglés reclamado y reinventado por el hablante (neo)colonizado. Encuentras una manera de estirar esta lengua para que se adapte a ti y a tus preposiciones extraviadas.

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Digamos que traduces un poema al inglés y, a modo de retroalimentación, te dicen: “Las aves en realidad no se posan en un árbol, ¿o sí? Pueden posarse sobre la rama de un árbol”. Podrías tratar de explicar tu razonamiento por las palabras que escogiste, y probablemente deberías hacerlo, pero no estás segura si la finalidad de dicha retroalimentación es que realices una mejor traducción o que, en lugar de eso, pongas en duda tu capacidad para (¿de… por?) el inglés.

En cambio, tú contestas con un fragmento de Gertrude Stein. Después de todo, escribiste tu tesis en (¿de, respecto, sobre, acerca de?) Literatura inglesa sobre ella:

Las preposiciones pueden vivir una larga vida sin ser nada, pero absolutamente nada más que algo incorrecto y eso las hace ser irritantes si te sientes de esa manera sobre las equivocaciones, pero sin duda son algo que puedes usar de manera constante y disfrutar por siempre. Las preposiciones son las que más me gustan de todas.

Como tú, Stein era hija de inmigrantes, su lengua materna era el alemán. Luego, cuando se convirtió en poeta en París, también se convirtió en una inmigrante del centro de los hablantes nativos. Su respuesta siempre ha estado justo en la punta de tu lengua.

Imagen tomada de Lerony vía Pinterest.

Emilio Cervantes (Ciudad de México, México, 2002). Traductor. Estudió la Licenciatura en Traducción en la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción de la UNAM. Traduce desde el inglés y el alemán y se especializa en la traducción de textos de ciencias sociales y literarios. Ha publicado traducciones de poemas y ensayos en revistas como Aplazo Revista Literaria, Irradiación Revista de Literatura y Cultura, y La Otra Margen de la Asociación Colombiana de Traductores, Terminólogos e Intérpretes (ACTTI). Le apasiona el campo de la investigación en estudios de traducción, así como la traducción literaria y la traducción poscolonial.

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